
Vamos con la sexta reflexión sobre la PRESENCIA/ AUSENCIA del autor de teatro contemporáneo. Esta vez el texto viene del dramaturgo Juan Montoro. Como bien sabéis el germen de todas estas ideas fue el texto de Roberto Cossa, para los más despistados les pongo el enlace aquí (solo tenéis que pincharlo.)

He escuchado muchas veces “el mejor autor es el autor muerto”. Es una forma de bromear sobre la resistencia de un dramaturgo a que su obra se lleve a escena si durante el proceso ha sufrido alguna modificación. Lo de “no se cambia ni una coma” es una chanza muy recurrida.
Hemos podido comprobar cómo de un tiempo a esta parte en muchas ocasiones se firma el texto y se deja de lado aquello de “autor:” o “una obra de” tras el título.
En las Jornadas de nuevas dramaturgias organizadas por el Centro Párraga y el Cendeac en 2009 un ponente repetía en su intervención como si de un mantra se tratara “hay que matar al dramaturgo”. Fue un shock, apenas llevaba unos años escribiendo teatro y ya me querían aniquilar. Por supuesto a lo largo de la exposición iba dando claves de su afirmación. Él defendía otra forma de trabajar. No partir de ningún texto. El dramaturgo forma parte de la compañía. La primera piedra no ha de ser suya necesariamente. Genera texto que puede ser descartado, matizado, aplaudido… refrendado por el escenario siempre. También fue un estímulo y un revulsivo. Me acerqué a esta forma de trabajar en los primeros años de Los menos, laboratorio escénico; de una manera más intensa en el montaje El sudor del signo. Ya han pasado siete años.
La creación de texto para el teatro cada vez más la entiendo unida a un proyecto escénico. Por supuesto sigo escribiendo textos para otras compañías, ahora también para la mía propia, que parten del modelo, digamos, tradicional. Siempre, eso sí, intentando estar cerca del montaje (si se me permite) y acompañar el proceso de creación para seguir puliendo tras escuchar lo que está ocurriendo en el escenario; la creación escénica está ahí. Se habla de texto vivo.
Hemos de ser valorados más según el resultado del montaje que del texto. Quienes escribimos para el teatro debemos ser muy exigentes con nuestro trabajo. El autor dramático goza de un aura romántica que ha de ser atemperada, su trabajo está más en la sala de ensayo junto con el resto del equipo que en la soledad ante el ordenador en el estudio de casa.
Echo de menos más experiencias como la de Los menos. Creo que es una forma hermosa y enriquecedora de encarar el trabajo escénico. También muy difícil de que se dé. Yo mismo me siento incapaz en muchas ocasiones de generarla, se necesitan unas circunstancias que raramente se dan, solo destaco algunas: máximo compromiso, tiempo (mucho tiempo), dinero (para comprar tiempo, entre otras cosas) y la capacidad de dejar los egos fuera de la sala de creación. Quizá hasta podamos desaparecer fundiéndonos al calor del montaje y firmar como colectivo.
Mientras tanto reivindico nuestro trabajo, nuestra presencia. Juan Montoro Lara, escritor de teatro, dramaturgo.




